Archivo de la etiqueta: Luis Cernuda

Reloj de sol

Antes que el tiempo acabe

Reflexiones alrededor de un poema de Luis Cernuda

Sí, antes que el tiempo acabe preciso es contar aquello que, en la vida ya vivida, nos visita una y otra vez para pedirnos, si no cuentas, sí al menos morosa meditación. Así, el poema de Luis Cernuda, «Sombra de mí», perteneciente al libro Con las horas contadas (1950-1956), nos invita a mirar de nuevo la estela del río que nos lleva para tomar conciencia, una vez más, del juego de espejos que ilumina cualquier existencia desde un lugar que, aun siendo equívoco, resulta ilusorio. Equívoco en tanto cuanto «puede interpretarse en varios sentidos, o dar ocasión a juicios diversos» (RAE, Diccionario de la Lengua Española); e ilusorio en la medida en que nuestra percepción, siendo real, puede llamarnos a engaño. Sigue leyendo

Philippe Sollers

Infierno, angustia y deseo

Reflexiones en torno a Désir, de Philippe Sollers

Louis-Claude de Saint-Martin

Louis-Claude de Saint-Martin, el «Filósofo Desconocido».

Así, por cada instante
De goce, el precio está pagado:
Este infierno de angustia y de deseo.
Luis Cernuda (Precio de un cuerpo)

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Permanecer en el deseo y aun más allá de él: en la estela del agua que se aleja, en el aire del viento que se va. Tal parece la divisa de Louis Claude de Saint-Martin, el «Filósofo Desconocido», autor de El hombre de deseo (1790), toda una declaración revolucionaria del Iluminismo según Philippe Sollers, quien, en Désir (Gallimard, 2020), reivindica su figura como la expresión más completa y acabada de esa corriente filosófica en años decisivos de la historia europea.

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Viaje al corazón de La Camarga

Para Andrée Santoni, porque si bien todo viaje abre en nuestra vida una perspectiva inédita, también, y simultáneamente, nos aporta una clara noción acerca de nosotros mismos: la del límite.

La vasta obra de Lawrence Durrell, El Quinteto de Aviñón, termina en Saintes-Maries-de-la-Mer para hacer de este enclave marinero  —lugar de peregrinación del pueblo gitano y capital de La Camarga— el símbolo exotérico de la renovación de la vida o nueva era, edad que se anuncia como triunfo sobre la ciega fuerza de la entropía. Alrededor de su iglesia, construida entre los siglos XI y XII, se arraciman las viviendas, como si éstas quisieran defenderla creando un círculo de protección, un dédalo fantástico de callejuelas y plazoletas que anudasen al mar la esperanza o el sueño de tantos peregrinos como suelen visitarla cada año. De la devoción a Marie-Jacobé y Marie-Salomé dan fe los numerosos y delicados ex-votos que adornan las paredes del templo, muestras de agradecimiento por los muchos favores recibidos. Al fondo de la iglesia, en la cripta, hallaremos la figura de Sara, la Virgen negra, a la que todos los gitanos llegados de no importa dónde veneran con tanto fervor como entusiasmo arrebatado.

Por el valor simbólico que adquiere el lugar, por sus muchas comodidades y amables tentaciones, iniciamos este viaje al corazón de La Camarga bajo la advocación de esa fuerza, entre telúrica y marina, que emana del lugar, y que Durrell sitúa en los confines de un misterio que no por oculto resulta menos evidente a lo largo de su obra.

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