Novelas y poemas, películas y series televisivas nos hablan, cuando tratan de aproximarse a la historia de la ciudad francesa de Aviñón, de un conocimiento oculto, cabalístico, diseminado en edificios y monumentos, plazas recoletas, iglesias y monasterios que, valiéndose de signos herméticos, nos transmite un saber cifrado a lo largo de los siglos de carácter esotérico.

Ningún escritor célebre ha publicado una guía que acierte a darnos noticia de ese tesoro escondido de hallazgos imprevistos. Solo Lawrence Durrell, en algunos de sus libros, pero sobre todo en su magna obra El quinteto de Aviñón despliega, no sin cautela, ciertos arcanos que velan ese compendio de señales y avisos que envuelven, con halo enigmático, la vieja ciudad que fuera sede papal de antiguos reinados pontificios. Sigue leyendo